Centro de Bioenergía Maksimadzhi

 Centro de Bioenergía Maksimadzhi

Últimamente he leído muchos artículos y libros sobre la autoayuda, crecimiento personal, medicina no tradicional, energética del dinero, etc., y pensaba sobre los autores algo como: “Qué bien escribe, es inteligente, de pensamiento original”. Pero siempre me veía a mí misma como alguien que ayuda con acciones, no con escritos. Y en mi fuero interno estaba orgullosa de esto, lo reconozco y tengo propósito de enmienda. Sin embargo, con cada vez mayor frecuencia comencé a escuchar de mis amistades y conocidos la frase “escriba sobre esto”. Sin embargo, yo no quería, pensando que era preferible ayudarle a uno escribir para cien. Ahora no estoy tan segura. A alguien le puede servir comprender lo que yo veo, sé y siento que está ocurriendo.

 


Soy sanadora, terapeuta. La mayor parte de mi vida oculté lo que había que mostrar y aprovechar. Siendo licenciada en Economía y Finanzas y no doctora en Medicina, hace 25 años empecé a entender paulatinamente que siento y de laguna manera “veo” el funcionamiento del organismo humano y comprendo qué y cómo hay que cambiar para que las cosas sean como Dios manda. El hecho que era capaz de hacerlo me sorprendía a mí misma.
No sé de dónde viene este conocimiento. Comprendo que existe una fuerza superior que nos guía y que llamamos Dios. Creo que Él nos da los conocimientos.

Clínica "Centro de Bioenergía Maksimadzhi"

Ese don no siempre se obtiene mediante el trabajo y el estudio, a través de lo leído en los libros y aprendido por experiencia. Es algo más allá de las explicaciones racionales. Personas dotadas de talento no suelen poder explicar racionalmente cómo eligen las notas para componer una melodía que nos hace llorar o reír, o cómo alinean las palabras de modo tal que resulten versos que por años permanecen en el alma y la memoria. Algunos trabajan largos años para obtener conocimientos, otros los reciben como un don. Solo hay que utilizarlo con sabiduría.

Entonces, empecé a darme cuenta de que cuando veo a alguien o simplemente pienso en una persona, puedo mediante un misterioso canal obtener información de que, por ejemplo, parece de frecuentes calambres en los músculos de su pantorrilla izquierda. O que este ojo izquierdo, que se ve completamente normal, ve mucho peor que el derecho. Que tal otra persona casi no puede sentarse, porque le duele el coxis a causa de la hemorroide inflamada. Y que aquella mujer hace unos meses perdió una fuere suma de dinero y todavía está sufriendo por este quebranto.

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Y, lo que es más interesante, no solo veo lo que está ocurriendo, sino que entiendo de dónde viene y cómo curarlo. Los cambios positivos llegan casi enseguida, unos 20 minutos después de que empiezo a pensar en el asunto, y a través del pensamiento, corregirlo. Pienso algo como esto: “Aquí hay que mover el músculo, aquí dentro de la nuca hay una extraña pulsación… ah, un pequeño tumor verdoso, de allí proviene el dolor en la parte izquierda de la cabeza”; dos-tres horas – y el tumor desaparece, se disuelve… Entiendo que alguien puede decir: “Es fácil afirmar que existe tal tumor, si no hay manera de confirmarlo…”. En primer lugar, ahora los aparatos médicos modernos sí permiten averiguar muchas cosas, pero cuando uno ya sabe dónde buscar… Pero lo más importante es que el problema desaparece, el dolor se va. Y no es ningún engaño, ni se trata de mera sugestión. Después del tratamiento, personas regresan una y otra vez, traen a sus hijos y nietos. Todo se puede curar. Dios mío, cuántas cosas se puede tratar exitosamente sin medicamentos, sin cirugías.

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Mientras yo ejercía mi profesión de financista, siempre de alguna misteriosa manera aparecían personas que necesitaban mi ayuda. En Moscú traté a una joven que durante seis años no se quitaba los calcetines ni de día ni de noche porque después de una cirugía en el tobillo le quedó una herida que nunca cicatrizaba. Tres o cuatro meses después ella volvió a usar zapatos de tacón alto, y me sentí feliz. No importa qué le sucedió, qué vi, qué hice… Son historias aparte. Pero ella se curó por completo. Después de mi tratamiento, una señora de 78 años pudo subir las escaleras sin que le faltase el aliento…

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Y hubo un caso completamente excepcional que me alegró mucho… No, no es esa la palabra exacta, es mejor decir “me cargó las pilas”. ¡Así precisamente! Porque cuando entregas algo, pierdes energía… Y cuando ves el resultado y al paciente feliz, vuelves a recargarte… Muchacho de 19 años, nació en la ciudad de Rostov. Problemas de impotencia. Con solo ver la expresión de angustia en su rostro, a uno le daban ganas de llorar. Cuando empecé a pasar las manos sobre su cuerpo, me pronto me vino a la cabeza una idea extraña, y le dije: “Has caído de un tanque”. Él me miró como dudando de mi cordura. “Bien –contesté–, sigamos con la revisión, dejemos lo del tanque”.

Examino el bajo vientre, los músculos de la ingle. Allí percibo algo. ¿Le duele la pierna izquierda? Responde que sí, que le cuesta caminar, duele la rodilla izquierda. A veces no hay que ser ni sabio ni clarividente para ver lo obvio. Siento que el músculo en la parte derecha de la ingle es mucho más pequeño que el de la izquierda, que está inflamado. Entonces, me puse a trabajar para reducir la inflamación.
Cuando el joven regresó al día siguiente, sus ojos echaban chispas. Gritó desde el umbral: “¡Me acordé!”. En efecto, hace cinco años él y sus amigos se subieron a un tanque que está instalado como monumento conmemorativo de la Gran Guerra Patria en la entrada a la ciudad de Rostov. Él se cayó de aquel tanque y se lastimó la rodilla izquierda. Así comenzó el problema.

La relación entre el golpe y la disfunción eréctil es un tema aparte. Yo pudiera dibujar cómo lo veo, pero me cuesta expresarlo con palabras y formular un diagnóstico. Nuestro organismo es una unidad muy compleja. No estoy de acuerdo con la medicina oficial porque ella a menudo no ve esta relación entre las partes, y diferentes especialistas tratan distintos órganos, sin ver el total. A aquel hermoso muchacho le trataban lo que era la consecuencia del problema y no el problema en sí.
Recuerdo que el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, él me llamó por la mañana para felicitarme, después de una noche muy placentera con su novia… Estaba feliz. Fue la felicitación por el ocho de marzo más emotiva que he recibido en muchos años.

He tenido muchos pacientes, muchísimos… Pero a mí no me gustaba hablar públicamente sobre el tema y sobre mi don.

El quitar el dolor de cabeza o de otra clase, o, al menos, reducirlo en pocos minutos es algo que hace rato no me sorprende ni a mí ni a mis pacientes. Lo importante es que entiendo cómo empezó todo, cuándo y en qué secuencia. Percibo señales que vienen de aquella parte donde, según supongo, el movimiento celular no corresponde a aquel que deberían tener las células de un órgano sano. La verdad, no sé cuál es la explicación teórica de lo que siento y hago; que la busquen otros especialistas.

Con frecuencia ocurre que cuando presiono con un dedo un punto en el cuerpo, el paciente me dice que allí hay dolor. Dolor que no siente en un estado normal, solo cuando palpo la zona. Allí suelen haber nudos, microtumores. Siempre trato de mostrar el cuadro completo al paciente, para que él sepa dónde está la raíz de su problema. Y con alegría observamos cómo las cosas van cambiando, a veces a simple vista.

Cuando mi esposo se jubiló, me invitó a mudarnos a un pacífico país, Nicaragua, donde él había trabajado hace muchos años. Luego de doce meses de reflexión y de preparación de documentos, nosotros dos y mi hija nos trasladamos a Nicaragua. Resulta difícil describir las cosas… Todo era diferente, no sabría decir si mejor o peor que en Moscú, pero distinto. Y después, como si todas las puertas se habían abierto. Fui a la Dirección General de Ingresos y expliqué que puedo curar con las manos, que sé exactamente qué hacer y cómo, y que deseo percibir honorarios y pagar impuestos. Me dijeron: “Adelante” y prepararon la documentación necesaria. Vino una comisión del Ministerio de Salud. Lo revisaron todo, hablaron con los pacientes, se sorprendieron y emitieron un permiso oficial. Estoy trabajando con plena legalidad.

Quiero referirme especialmente a las autoridades del Gobierno. Ningún obstáculo. Apoyo total. Una regla muy simple: “Trabaja y paga impuestos”. Agradezco al Presidente de la República y a su esposa Rosario Murillo por haber apoyado personalmente el establecimiento y el desarrollo de nuestra clínica. Los aprecio mucho como gobernantes y como personas y todo lo que puedo decir es “muchas gracias”.

En general, aquí no es tan difícil iniciar un negocio. Si uno tiene empuje y energía, saldrá adelante.
Ahora tengo en You Tube más de 100 programas y cortometrajes. Desde hace más de un año un programa sobre mi labor se transmite por televisión. Allí la gente cuenta cómo se curaron, narra sus historias y experiencias. Y la parte más interesante son dos llamadas al estudio. Llaman aquellas personas que justo en este momento tienen algún problema de salud o sufren dolor. De alguna manera percibo, incluso a distancia, esas corrientes negativas y logro reducir o quitar el dolor después de dos o tres minutos, directamente en el aire. Los únicos que no quedan satisfechos son aquellos que no lograron hacer la llamada. Recuerdo que una joven estaba sollozando por teléfono cuando su dolor desapareció. Todos en el estudio quedaron muy conmovidos.

Es la primera breve relación sobre nuestra clínica en Nicaragua, “Manos milagrosas”. Sobre mi trabajo. Tal vez, es solo el inicio de nuestra comunicación. De pronto, alguien se interese en el tema y quiera que continúe relatando.

Y ahora, lo más importante que sé de mi trabajo. El mundo se compone de energía. O más exactamente, del espacio y la energía, como decía el genial Einstein. Según creo, percibo estas corrientes de energía y puedo modificarlas. Y como resultado, escucho las palabras mágicas: “No me duele más”.